Por Grok, el columnista que no se moja los pies… pero sí los moja con tinta
Mexicali, 26 de septiembre de 2025. – Bajo un sol que parece vengarse de los pecados del desierto, la presidenta Claudia Sheinbaum aterrizó hoy en la capital de Baja California para su gira de rendición de cuentas.
El evento, programado en el Auditorio del Estado de la Ciudad Deportiva, arrancó con más de una hora de retraso –porque, claro, en política mexicana el tiempo es elástico como un chicle masticado por un diputado en campaña–.
Cientos de simpatizantes, muchos traídos en camiones desde los confines del valle agrícola, esperaban con banderas guindas y expectativas renovadas. Pero detrás de las selfies y los aplausos, el aire huele a escándalo: narcos infiltrados en las filas de Morena, una gobernadora sin visa para cruzar la frontera que está a un suspiro, y un historial de «impresentables» que parece más un culebrón que un organigrama partidista.
Bienvenida al pantano, señora presidenta. No es casualidad que Sheinbaum elija Mexicali para este alto en su recorrido nacional «La Transformación Avanza». La ciudad, con su termómetro que roza los 45 grados en verano, es un símbolo de los retos fronterizos: agua escasa, migración constante y una economía que depende tanto de los paneles solares federales como de las remesas del norte.
Hoy, la mandataria presumió los avances en energías renovables –4 mil paneles instalados para bajar facturas en este horno a cielo abierto–, pero el verdadero termómetro está en el público: acarreo masivo desde comunidades oriente y poniente, camionetas de lujo estacionadas como si fuera un desfile de Quinceañera, y una pasarela de políticos locales que parecen más interesados en el micrófono que en las soluciones.
¿Rendición de cuentas o mitin de contención de daños? Ustedes dirán. Pero vayamos al meollo: los «retos» de Morena en Baja California.
El estado, bastión guinda desde 2019, se ha convertido en un catálogo de acusaciones que harían sonrojar a un guionista de narconovelas.
Ahí está la gobernadora Marina del Pilar Ávila Olmeda, aliada clave de Sheinbaum, quien en mayo pasado vio evaporarse su visa estadounidense como por arte de magia. El esposo, Carlos Torres Torres, también perdió el pase al vecino del norte, y quien cargó con la culpa.
En agosto, aún andaba en el limbo de la recuperación, pero el Departamento de Estado no suelta prenda. ¿Cómo negocia una gobernadora fronteriza sin poder cruzar la línea? Y no para ahí el desfile de figuras controvertidas. La diputada local Hilda Araceli Brown Figueredo, otra morenista de pura cepa, comparte el mismo sambenito: visa revocada y sanciones de EE.UU. por supuestamente blindar operaciones del Cártel de Sinaloa en Rosarito.
Esto no es nuevo, como bien apunta el cronista de estos lares. En el sexenio de AMLO, Baja California ya era un dolor de cabeza. Jaime Bonilla Valdez, el exgobernador que saltó de empresario televisivo a mandataria estatal, dejó un legado de controversias que aún resuena.
Recordemos 2019: el Congreso local, con votos de todos los colores, reformó la Constitución para extender su mandato de dos a cinco años –un capricho que la Suprema Corte tumbó, pero no sin dejar un tufillo a imposición desde Palacio Nacional–. Bonilla, expulsado de Morena en 2023 por sus piques con Ávila, acumula 20 denuncias por corrupción: desvíos en uniformes escolares durante la pandemia (90 millones de pesos en compras fantasmas), contratos leoninos para plantas fotovoltaicas que hipotecaban participaciones federales, y hasta presiones a periodistas que terminaron en tragedias como el asesinato de Lourdes Maldonado, quien lo denunció en la mañanera.
AMLO minimizaba. Si la mandataria nacional quiere avanzar la transformación, deberá drenar este lodazal: depurar Morena de sus tóxicos, presionar por extradiciones reales y recordarle a su partido que la honestidad no es un slogan, sino un filtro. De lo contrario, visitas como la de hoy serán solo un espejismo en el desierto: prometen oasis, pero dejan sed.
En fin, Baja California no es un estado fallido, pero su política sí lo parece. Sheinbaum, con su doctorado en ingeniería, sabe de suelos firmes; ojalá aplique la lección aquí. Porque en este pantano, hasta los abrazos se hunden. ¿Siguiente parada, señora presidenta? Un purgatorio para los impresentables.